
2 jul 2023
Erótikos Latinoamérica
En un momento histórico para el país, más de 100,000 personas se unieron a las marchas del orgullo en Bogotá, mientras que en Medellín, más de 90,000 individuos se unieron a la manifestación. Estas marchas, que reúnen a personas lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT), se desarrollaron en un contexto hostil tanto a nivel nacional como internacional hacia la diversidad sexual y las identidades de género que desafían los estereotipos establecidos.
Desde sus inicios, estas marchas han sido actos revolucionarios contra la estigmatización, persecución y criminalización que han enfrentado las personas LGBT, y sirven como un recordatorio a los líderes políticos de la necesidad de construir una Colombia realmente inclusiva.
Los logros en la lucha por los derechos de las personas LGBT, tanto en Colombia como en el mundo, se encuentran bajo amenaza. El crecimiento del movimiento ultraconservador ha llevado a preocupantes retrocesos, como la reciente decisión de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos que permite la discriminación contra parejas del mismo sexo en el ámbito empresarial. Asimismo, las reivindicaciones de las personas trans han sido recibidas con hostilidad, acusaciones infundadas y oportunismo populista.
Estamos enfrentando un nuevo pánico moral, donde mentiras y falsas narrativas se propagan para atacar la necesidad imperiosa de una ley integral para los derechos de las personas trans. Los políticos conservadores han visto en estos discursos una oportunidad para obtener votos fáciles, pero en realidad solo están traficando mensajes de odio que causan un daño significativo.
La organización Colombia Diversa, con datos del año pasado, señala una triste realidad: solo en 2022, 148 personas LGBT fueron asesinadas en el país. Entre ellas, 66 hombres gais y 65 mujeres trans fueron las principales víctimas. Estas cifras no tienen en cuenta los casos de persecución, estigmatización y manipulación que sufren las personas LGBT, especialmente niñas, niños y adolescentes, quienes son marginados en sus colegios, discriminados por sus familias y enfrentan una precaria salud mental.
Lo que el pánico moral encubre es que, cuando prevalece el miedo y los prejuicios son utilizados como herramientas políticas, se desatan tragedias, y las personas LGBT se ven obligadas a sufrir en silencio.
Si bien el país cuenta con una amplia jurisprudencia que protege los derechos de las personas LGBT, en la práctica estos derechos enfrentan numerosos obstáculos. Por ejemplo, en la actualidad,
las notarías imponen procesos burocráticos para obstaculizar los matrimonios igualitarios. Las personas trans también encuentran dificultades para acceder a servicios básicos del Estado, a pesar de que existe una normativa para el cambio de documentos oficiales, persisten las trabas. Además, Colombia no está exenta de los discursos ultraconservadores que utilizan a las personas LGBT y sus derechos como un medio para generar enojo entre los votantes.
Por todo esto, el orgullo sigue siendo necesario. Cuando se intenta silenciar a toda una población, alzar la voz en las calles se convierte en la mejor manera de exigir que se cumplan las promesas de igualdad establecidas en la Constitución. Las marchas del orgullo son un grito colectivo que reafirma la diversidad, la inclusión y la dignidad de todas las personas, sin importar su orientación sexual o identidad de género. Es un llamado a la sociedad y a los líderes políticos para avanzar hacia una Colombia más justa y respetuosa, donde todos puedan vivir sin miedo y con plenitud de derechos.